La fidelidad de Dios

10 de septiembre, 2022 - Kari Evaristo



A lo largo de toda la historia podemos ver que Dios ha sido fiel: vez tras vez sus siervos, el pueblo de Dios y hasta su iglesia misma, han pecado y en cada ocasión Dios fue fiel y nos perdonó. Me encanta cómo lo resalta

Deuteronomio: 

“Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones” Dt. 7:9 

Por eso también cantamos de su fidelidad: “grande Señor es tu fidelidad”, ¿recuerdan ese precioso himno? Puedo contarte con alegría mientras me recuerdo cantando, apenas pudiendo pronunciar aquellos versos, durante la ceremonia de mi graduación.

Cuando era niña, yo no sabía lo que era una universidad, nadie de mi familia había tenido estudios superiores y al cursar quinto de secundaria recibí una beca completa cuando no tenía ni idea de qué significaba estudiar en la universidad. Simplemente la recibí por gracia y pude terminar con el favor de Dios, que fue fiel a lo largo de esos 5 años y medio, a pesar de que en mi familia no teníamos los medios económicos, Él proveyó y pude mantener mi beca hasta el final, “nada me falta pues todo provees, grande Señor es tu fidelidad”. 

Pero, ¿quiénes somos para que el Dios omnipotente sea fiel con nosotros? ¿Qué nos debe? Normalmente cuando alguien le brinda fidelidad a otro es porque ha hecho algo grande con esa persona y por ello le es fiel. Tú puedes traer a tu memoria algunas historias donde personas pelean a muerte, una de ellas gana y en lugar de quitarle la vida se le perdona y esa persona, por recibir aquel gesto, promete serle fiel y servirle, ¿pero ¿qué le puede deber el Dios infinitamente santo al hombre? Me encanta cómo lo recita David:

“Digo: ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, Y el hijo del hombre para que lo cuides?” Salmos 8:4 

En un mundo donde encontrar personas fieles o íntegras es difícil e imposible, Dios nos enseña con su ejemplo su fidelidad. Podemos ver cómo el matrimonio se ha vuelto un simple compromiso, y la cantidad de divorcios incrementa día a día, dos personas que se juraron amor eterno, finalmente terminan siendo infieles. Pero Dios es tan distinto al hombre, Él nos muestra la verdadera fidelidad. 

Este es uno de los atributos tan preciosos, fíjate que Él es fiel y no cambia. Cumple su pacto por generaciones, dice Su palabra, y creo que podemos verlo en nuestro día a día. A pesar de que seamos infieles, Él permanece fiel.  

“Si somos infieles, Él permanece fiel, pues no puede negarse Él mismo.” 2 Timoteo 2:13

Puedo recordar en este versículo cuántas veces he pecado y cuántas veces Él ha sido fiel. Ahora bien, ¿qué significa que Él no pueda negarse a Él mismo? Pues que, en realidad, Dios al ser fiel, es fiel a Sí mismo, a Su nombre, a Su carácter, todo acto de fidelidad hacia nosotros es un acto de fidelidad a Sí mismo. Dios no nos trata según nuestros méritos, pues no contamos con ninguno. Sino que como es fiel a sí mismo, nos extiende su pacto fiel: todo Él es fidelidad, siempre tendrá fidelidad para nosotros. 

2 Timoteo 1:12

Dios también es fiel con la creación, a pesar de todos nuestros esfuerzos intencionales o no intencionales por acabar con el planeta en el que vivimos y explotar sus recursos; Dios todavía nos permite vivir aquí y es fiel con su creación al brindarnos recursos inagotables. Aun cuando pecamos, en Cristo, no hay pecado que nos separe de Dios. Él hace lo que promete. La palabra fiel en hebreo connota verdad. Toda su obra es hecha con fidelidad, con verdad. Esto significa que cuando Dios retiene o da algo sigue siendo fiel, entonces, podemos descansar confiados en esta verdad de las escrituras. Y precisamente por eso: Dios es todo lo que necesitamos. 

«El Señor es mi porción», dice mi alma, «Por tanto en Él espero». Lamentaciones 3:24

En estos días en los que nos preocupamos por la enfermedad, coronavirus, por ejemplo, recordemos las palabras de Jeremías: “Dios es nuestra porción”. Una porción que es suficiente y que se nos ha sido dada desde lo alto. La cruz misma, es la máxima expresión de su fidelidad y es debido al sacrificio de Cristo que tenemos sus promesas: 

 “porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios.” 2 Corintios 1:20

Porque estamos en Cristo, escondidas en Él y por ello somos receptoras de su fidelidad, ¡gloria a Dios!