Gracia

14 de julio, 2022 -  Kari Evaristo



“Gracia más grande que el pecado”, ¿han escuchado esa canción? Intuyo que es la favorita de mis amigas Majo y Pao, ¡y cómo no!: de su gracia debemos cantar, y es que absolutamente todo lo que hemos recibido de Dios es gracia; fíjense que es una palabra que además se repite como 155 veces en el Nuevo Testamento.

Me encanta esta palabra, de hecho, es una de mis palabras favoritas en español y fui tan feliz cuando me tocó hablar sobre este tema porque, ¿sabían que la palabra gracia en griego es «charis»? Como «Karis», ¿coincidencia? No lo creo. Ahora, si la definimos, gracia es básicamente un favor otorgado a una persona que no lo merece: es una bondad inmerecida, es el favor divino sobre aquellos que merecemos la ira de Dios. 

Estemos atentos a lo que dice en el libro de Efesios: «Pero Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia ustedes han sido salvados), y con Él nos resucitó y con Él nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús» (Ef 2:4-6).

Él nos hizo vivir, Dios nos vio muertos y tuvo compasión por nosotros, vio que nos esperaba la paga del pecado y por las riquezas de Su misericordia es que fuimos salvados y lo más interesante es el énfasis que Pablo hace en los versículos citados en el párrafo anterior pues en medio de su discurso inserta: «por gracia ustedes han sido salvados», precisamente para resaltar esta gracia: como muertos no podíamos hacer nada, pero Dios lo hizo por nosotros y ése es su favor inmerecido.

Gracia inmerecida, estas dos palabras son como el nombre y apellido, casi siempre van juntas y ya que lo menciono, quisiera resaltar lo «inmerecido», palabra que solemos incluir en nuestro día a día, en la teología, oraciones, grupos pequeños, etc. Tal vez los creyentes podamos entenderla; sin embargo, si le dices a un no creyente que lo que tiene es «inmerecido», difícilmente podría aceptarlo.

Permítanme contarles algo que pasa muy a menudo en mi equipo de trabajo: resulta que allí todos somos los más cracks, los más pichudos y es muy común que cuando alguien logra algo todos lo elogiemos. Se reconoce el talento y se premia y naturalmente la persona que recibe la felicitación agradece y acepta el logro como mérito propio; sin embargo, cuando me toca a mí, suelo decir: «es por la gracia de Dios» y ya se imaginarán que algunos quedan como: ¿qué? Pues en un mundo donde se enseña que nos merecemos todo, el evangelio nos muestra que realmente no merecemos nada.

Seguramente has escuchado a alguien decir: «me lo voy a comprar porque me lo merezco», «me voy a dar estas vacaciones porque me las merezco», «me iré de fiesta porque me lo he ganado», pero lo cierto es que no lo merecemos, eso que «te has ganado» es gracia de Dios que se extiende absolutamente a todos, incluso a aquellos que no lo reconocen y niegan Su existencia. 

Ahora, tú me podrías decir: ¿no creyentes también? Pues bien, hay algo que se llama gracia común, que no es más ni menos que la gracia de Dios mediante la cual los no creyentes también pueden disfrutar de la bondad de Dios. Él da a las personas innumerables bendiciones que no son parte de la salvación y se le llama común porque es para todas las personas y no está restringida a los creyentes ni a los elegidos.

Efesios 2:8 dice que «por gracia ustedes han sido salvados», nosotros sólo hemos aportado nuestro pecado, pero su gracia es la que nos capacita, nos sostiene y nos permite avanzar día a día. Así que, ya sea que tengas poco tiempo en la fe o mucho o aún no sepas nada de Cristo, mira la cruz, allí podrás encontrar la gracia infinita de Dios. Si estás pasando un tiempo de dificultad y Dios te da fortaleza, eso también es gracia de Dios; si hoy tienes un trabajo y un pan en la mesa, eso también es gracia de Dios. 

Finalmente, la gracia de Dios es su Hijo mismo: Cristo, quien ha tomado nuestro lugar en la cruz del madero. Ahora nos toca a nosotros corresponder a esa gracia, por ello me encanta cómo Piper lo resume: «la respuesta apropiada para la gracia que experimentamos en el pasado es la gratitud y para la que vendrá desde el futuro, es la fe».