El Dios de la verdad
27 de septiembre, 2022 - Majo Rivera
Siempre he creído que una de las razones por las que Dios es bueno, es porque nos ha dicho cómo vivir. Sería extraño que Dios planteara diferentes caminos que se contradijeran entre sí, porque estaríamos entonces ante un Dios confuso.
La realidad es que es imposible que exista más de un camino veraz. Por simple definición, no pueden existir varios caminos verdaderos por los cuales transitar, pues por el solo hecho de que algo sea verdad, eso hace que los demás no lo sean. No podemos tener un triángulo de tres lados, pero que a la vez sea de cuatro lados. Eso es imposible, el triángulo por definición tiene tres lados. Entonces podemos decir que la verdad por definición es excluyente. La verdad es una sola y es todo aquello que corresponde a la realidad.
Sin embargo, nos metemos en un terreno pantanoso si dejamos esta definición solo en ese punto, porque, entonces ¿quién define la realidad? Digamos que por lógica tiene que haber una fuente de verdad, un lugar de donde se establezca la realidad, pues como ya vimos, la verdad es excluyente. La verdad no se define por lo que yo siento que lo sea, sino por lo que la realidad dice que es. Pero nos encontramos con un problema y es que dado que vivimos en un mundo donde la mentira impera, entonces ¿dónde podemos buscar aquello que corresponde a la realidad?
Lo maravilloso es que la Biblia nos da la respuesta. En el Génesis encontramos en sus primeras palabras, «En el principio Dios…». Eso quiere decir que Dios ya estaba antes del principio, luego empezó el proceso creativo del universo y lo crea, establece sus propias reglas y parámetros, Él es quien establece cómo son las cosas, cuál es el orden y jerarquía entre ellas, cómo va a funcionar correctamente este mundo y, en esencia, Él es quien contiene toda la sabiduría de aquello que creó. Por consiguiente, podemos decir que en Él radica la verdad, que es Suya y que Él la establece, porque todo esto no solo es creado por Él, sino que además le pertenece de forma soberana. Eso nos excluye a nosotros de definir aquello que es verdad, estemos o no de acuerdo con lo que Dios ha establecido.
También estaba la opción que Dios contenga la verdad, pero que no nos la revele y, por lo tanto, tendríamos que andar a ciegas intentando descubrirla. Pero el Dios que nos ha creado no es arbitrario ni malvado, no juega a las adivinanzas ni a las escondidas con la humanidad, sino que nos ha revelado a través de la Biblia, la Palabra de Dios, aquello que Él dice que es verdad.
Cuando abrimos la Biblia encontramos que ella no solo reconoce a Dios como el que posee la verdad, sino que dice que Dios es verdad (Jn 14:7). Que todo lo que Él es, es verdadero (Jn 17:3). El rey David lo llama «Dios de verdad» (Sal 31:5), incluso afirma que Sus palabras son verdad (2 S 7:28). Entonces podemos entender que es Dios quien define la verdad porque la contiene y le pertenece.
Vemos a David hablando sobre el Padre en el Antiguo Testamento, pero encontramos al apóstol Juan definiendo a la segunda persona de la trinidad, a Jesús, también como la verdad. David Jeremiah lo describe de la siguiente manera:
«La Biblia nos enseña que Jesucristo era y es el comunicador de la verdad, el testigo de la verdad, el origen de la verdad y el predicador de la verdad. Él es la verdad personificada. Cristo es la revelación definitiva de Dios al hombre».
A lo largo de los evangelios vemos a Dios hecho hombre viviendo conforme a la verdad revelada de Dios. Cuando Pilatos le pregunta a Jesús «¿qué es la verdad?», era la verdad misma y personificada la que estaba delante suyo (Jn 18:38).
Pero la pregunta entonces cae de madura, ¿cómo podemos llegar a la verdad y discernir estos tiempos a la luz de la Palabra de Dios? Es ahí donde llegamos a la tercera persona de la trinidad, al Espíritu de verdad como lo llama también el apóstol Juan (Jn 14:17), aquel quien, según Jesús en el Evangelio de Juan, nos guiará a toda verdad (Jn 16:13).
Entonces vemos que Dios no solo nos entrega en Su Palabra cómo quiere que vivamos, sino que nos ha enseñado cómo esa verdad se ve en acción a través de la vida de Jesús, pero además ha dejado a Su propio Espíritu en nosotros para que nos la revele y nos dé convicción de ella.
Juan es el autor bíblico que más utiliza la palabra «verdad», la usa veintitrés veces a lo largo de sus escritos. Juan se refiere a Jesús como la «Luz verdadera», es inevitable que no recuerde las palabras del rey David cuando dice «Lámpara es a mis pies Tu palabra, y luz para mi camino» (sal 119:105). Jesús es esa luz que David muchos años atrás anhelaba. Es Su Palabra revelada en la persona de Jesús la que nos revela la verdad, la que nos muestra por dónde hemos de andar y cómo debemos hacerlo. Vemos una unidad intrínseca entre la Palabra de Dios y Jesús mismo. De hecho, Juan llama a Jesús «el Verbo», la palabra, aquella que es verdadera y en la que podamos confiar como la que ilumina nuestro caminar (Jn 1:1).
Hasta ahora hemos visto que Dios el Padre se identifica a sí mismo como verdad, Su Hijo vive esa verdad y Su Espíritu nos lleva a ella. Pero como hemos visto que Dios es uno que se revela en lugar de dejarnos adivinar Su voluntad, encontramos que a través de Su Palabra podemos descubrir y aprender la verdad de lo que Él espera de nosotros.
Juan además hace una alusión aparentemente extraña cuando cita a Jesús utilizar la palabra «verdadera». Jesús habla del «Verdadero pan» (Jn 6:32), sabemos que cuando lo menciona, no se refería literalmente al alimento, sino que estaba usando una figura literaria para explicar un punto. El pan alimenta y sacia el hambre. Así como nosotros tenemos hambre físico, también tenemos hambre espiritual. Agustín dijo magistralmente que hasta que nuestras almas no aprendieran a descansar en Dios no estaríamos en paz. Ese es precisamente «el pan verdadero» al que Jesús se refiere en el evangelio de Juan, es Él mismo. Este mundo nos ofrece muchas formas de alimentarnos, pero solo hay una que sacia de verdad y llena nuestra alma.
Entonces, aunque este mundo nos ofrezca muchos caminos y nos diga que cualquiera de ellos es válido y hasta nos hará feliz, Dios es excluyente con todos ellos cuando Jesús dijo que Él era la «verdad», pero no solo eso, sino que además es la verdad que nos revela el «camino» por dónde ir a través de Su Palabra y es la verdad que nos llena el alma y nos da «vida». Dios pudo solo mostrarnos la verdad y quedarse lejos y distante, pero no, se hizo hombre y vivió la vida verdadera por nosotros, no solo para darnos vida eterna sino para que aprendamos cómo se ve la verdad en acción.
La respuesta a la verdad está en Cristo mismo. En un mundo cambiante, donde la verdad es relativa y depende de uno mismo, podemos descansar en Aquel que es verdadero, que es fiel, que no vacila, que no duda, que no cambia, donde no hay error, sino que nos ha demostrado que Él es la misma fuente de toda verdad.
¡Amén!