El Dios que es amor
30 de julio, 2022 - Pao Balvín
Quién no ha hablado del amor de Dios si es el atributo más conocido del Señor; cuando le preguntas a alguien cómo es Dios, lo primero que solemos decir es: Dios es amor.
Definitivamente tenemos claro que Dios es amor. Pero, si hablamos de evidencia, ¿cuál sería la evidencia de ese amor? A. W. PINK menciona que el amor no es simplemente uno de sus atributos, sino que es su propia naturaleza.
Ahora bien, para redondear esta idea de la naturaleza de Dios, vayamos a 1 Juan 4:15 -16, que dice:
“Todo aquel que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. 16 Y nosotros hemos llegado a conocer y hemos creído el amor que Dios tiene para nosotros. Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él”.
Nuestro raciocinio no tiene la capacidad de entender la magnitud de ese amor. Su naturaleza ha evidenciado a lo largo de la humanidad, que Él es amor sin esperar nada a cambio y que sus hijos tenemos el privilegio de ver y vivir en ese amor.
Pero tú podrás decir, ¿cómo Dios puede ser amor y permitir que yo sufra?, ¿cómo Dios puede ser amor si hemos visto tantas tragedias en la humanidad? Y es que la realidad es que estamos queriendo entender el amor de Dios bajo nuestros conceptos, a veces egocéntricos.
Por eso creo importante separar dos cosas: lo primero es definir que Dios es amor, como todos los demás atributos que Él es, por ello no puedo separar el amor de Dios, de su santidad, ni de su justicia, ni de ninguno de sus atributos. El segundo punto, me lleva a recordar lo qué pasó en el Edén con Adán y Eva. “El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto del Edén para que lo cultivara y lo cuidara. Y el Señor Dios ordenó al hombre: «De todo árbol del huerto podrás comer, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás».”
Dios hace su obra maestra en la creación y decide crear al hombre, y la única prohibición que le da es que no coma de ese árbol, pero también le da la consecuencia, le dice que morirá. Sabemos la historia, Adán y Eva comen del fruto del árbol prohibido, ellos merecían la muerte, pero Dios no los mató, no porque no fuera un Dios que no cumple su palabra, sino porque Dios en su infinita misericordia decidió sacarlos de su presencia, pero darles la oportunidad de ser redimidos.
Recuerda que así como Dios es amor, es un Dios santo y justo, donde Él habita, no habita el pecado. Por esa razón, Adán y Eva no podían estar con Él en el mismo lugar. Sin embargo, nunca los desampara, cada una de las siguientes acciones que Dios realizó estuvieron pensadas por el bien de su creación. Más adelante, durante todo el Antiguo Testamento, Dios buscó estar cerca de su pueblo; sin embargo, era el pueblo de Israel quien buscaba estar lejos de su Creador.
Pese a todas las desobediencias y quejas quien decidió hacer pactos con ellos fue Dios, así como pagar con su vida la salvación de sus almas. Su amor fue consistente, Él dijo que los amaba y lo demostró con hechos cuidando a su pueblo y en el NT finalmente entregó lo más preciado: a su hijo por nosotros.
Ahora, nosotros merecíamos la muerte y la condenación, pero Dios por su infinito amor nos envió a Jesús. Si eso no es muestra de amor, qué más podríamos pedir como evidencia de ello.
Cómo veo ese amor en mi vida
Yo tenía mucha autosuficiencia, digamos que mi corazón decía “no necesito de Dios”, pese a que venía de un entorno cristiano. Desde los 6 años iba a una iglesia y me consideré hija de Dios, pero los años siguientes dieron fe de que no era así. A mis 25 años conocí por primera vez a mi Señor. Recuerdo que mis ganas de anhelar siempre ser superior y mostrar sobre ello, tanto en el mundo laboral como en el personal, me llevó a cuadros de ansiedad muy altos, al punto de no querer vivir más y pensamientos de desesperación rodeaban mi cabeza. Pero Dios no estaba ajeno a mi realidad, Él quería que yo lo buscara, que decidiera aceptar una vida al lado de Él, pero yo no lo quería, siempre buscaba darle solución a mi vida o escapando de mi pecado y habían cosas que me rehusaba a admitir. Hasta que mi angustia me controló, mis pánicos crecieron y mi temor cubrió mi cabeza. Pero… (amo los peros de Dios) recordé este pasaje:
“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor involucra castigo, y el que teme no es hecho perfecto en el amor”. 1 Juan 4:8
En el contexto, Dios me estaba enseñando que lejos de Él no encontraría un perfecto amor, no habría nada que me llenará en plenitud como lo haría Él, nada me sostendría más que Él y nada de lo que el mundo me ofreciera podría llegar a la punta del pie de lo que Él siempre estuvo dispuesto a darme: su gracia, su amor.
¿Que lo merecía?, ¿merecía acaso el amor de Dios?, pues no. Pero a Él le plació y me quería enseñar a vivir bajo esa verdad, bajo su autoridad y bajo sus principios en este mundo caído. Necesitaba experimentar cómo el Señor extendió sus brazos de amor conmigo, a pesar de cualquier negación de mi parte. Necesitaba vivir de su carácter para experimentar quién es mi Dios.
Y cómo no terminar con el mayor ejemplo de lo que es el verdadero amor:
El amor es paciente, es bondadoso. El amor no tiene envidia[b]; el amor no es jactancioso, no es arrogante. No se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido. El amor no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad. Todo lo sufre[c], todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser
Corintios 13:4-8
¡¡¡Y todo esto fue Cristo!!!